Un dragón en la tormenta

Primer capítulo

Rasmus “Caps” Borregard y Luka “Perkz” Perkovic sonreían resignados tras perder por tres a cero en la final del mundial. El resto del equipo ocultaba su rostro. A unos metros, los casters españoles narraban la celebración de FunPlus Phoenix con un nudo en la garganta, mientras el público europeo aplaudía con recelo la épica victoria de los chinos.

Brais cerró Twitch y abrió el cliente de League of Legends sin ganas, durante un instante la pantalla se puso en negro y reflejó la decepción de su rostro, como una puñalada traicionera que azuzaba sus ganas de llorar para liberar la frustración. Inmediatamente después, la portada, aún sin actualizar, recordaba el enfrentamiento que acababa de vivir y la oportunidad perdida. Entró a partida para no verlo más, necesitaba concentrarse rápido en otra cosa, saltar de una emoción a otra como si fuera una ardilla trepando por las ramas de un árbol… si no, el pesar se aferraba con fuerza a su pecho, y podía tardar semanas en irse. Camille, seguro que una partida de Camille conseguía borrar este profundo sentimiento de derrota.

Xiang humedecía sus labios mientras pensaba cómo escribir el tuit, finalmente se decidió: “Lo esperado, no sé de qué os sorprendéis”. Nadie esperaba ese resultado, Xiang tampoco, pero Twitter es el estercolero del ventajismo, y no iba a perder la oportunidad. Bajó la tapa del portátil y salió de casa corriendo para ayudar a su madre en la tienda; le habían permitido escaquearse unas horas para ver esa final que tanto le importaba, pero las estanterías no se reponían solas. Su madre atendía a dos clientes tras el mostrador cuando Xiang entró por la puerta, y bastó una sonrisa para indicarle el resultado del partido; saludó a los extraños que preguntaban cómo se pronunciaba el alimento que estaban a punto de comprar, y comenzó a ordenar los productos, mientras recordaba las rutas que Tian había utilizado, para replicarlas en la noche cuando llegara a casa y jugara un par de partidas con Shyvana, ese dragón que le recordaba a los cuentos que contaba su padre, antes de que lo mataran.

Alberto consultaba el resultado en el móvil justo cuando Kassadin se abalanzaba sobre él, y no necesitó más para morir por séptima vez en aquella partida. Volvió a línea con su Fizz cabizbajo, deseando que llegara el minuto quince para poder rendirse. Los súbditos enemigos rodeaban una tanqueta mientras atacaban sin piedad su torre, Alberto se abalanzó sobre ellos de un salto, intentando evitar que la estructura cediera; justo después, una lanza surgió de la nada, y tras ella, Nidalee saltó desde los arbustos clavándole sus garras en la piel ya magullada… Kassadin se desvaneció frente a la torre para volver a aparecer junto a su cuerpo maltratado, le dio el espadazo definitivo y lo mandó para base otra vez, mientras sacaba el pulgar alegremente. No fue la última.

Diego salió del cine convencido de que los integrantes del equipo europeo eran malísimos, encima su amigo había conseguido unas entradas de mierda y tuvo que ver las partidas detrás de un punky, cuya cresta le impedía disfrutar del juego. Todo mal. Pero aún no había terminado, mientras discutía con su amigo sobre el nivel de Europa y las tribus urbanas con peinados inadmisibles, iba tan obcecado en su llanto que tropezó con una señora a la que casi hizo caer; sintió el vértigo recorriendo su pecho, asustado ante el accidente que acababa de provocar, y que pudo haber terminado con la anciana herida. Se disculpó unas mil veces, mientras la señora sonreía amablemente quitando importancia al incidente, y una vez pasado el momento de tensión, apenas cinco pasos después, Diego miró a su amigo y le reprochó el no haberle avisado de que la mujer se acercaba; se despidió de él enfadado, pensando en llegar a casa lo antes posible y relajarse con unas partiditas de Vayne.

Elisa miraba las páginas del libro de inglés como si tras su tinta se ocultara un fantasma. Las notas de los últimos exámenes habían producido un efecto mágico, transformando a sus correctos padres en temibles carceleros; la fuente de alimentación del portátil se encontraba encerrada, junto a su móvil, en el maletero del Audi de su madre. En su habitación solo había libros, un par de posters de sus animes favoritos, y la ventana abierta de par en par a la que miraba suplicante cada pocos minutos, evadiéndose de los soporíferos verbos irregulares y su indescifrable lógica. Por fin una voz atravesó la ventana “3 – 0, nos han estompeao”, su vecino había cumplido la promesa de comunicarle el resultado de la final a gritos, pero Elisa no se creyó lo que le dijo, pensó que la estaba troleando, y volvió a concentrarse en las hojas, su mente estaba al cien por cien dedicada a aprender esos malditos verbos: think, thought, thresh.

Tres años después, y tras una dura fase de selección, los cinco habían sido elegidos para competir en el circuito tormenta bajo la bandera de OKGG.

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