Anecdotario. IV – Mi primer grupo de escritores

Hace ya casi diez años, entré a formar parte, por primera vez, de un grupo de escritores. Era un grupo enfocado principalmente a la poesía, y cuya actividad fundamental eran los micrófonos abiertos, que se hacían una vez al mes. Me reconozco en la ilusión de quienes ahora entran a formar parte de grupos similares, sin saber cómo se echan a perder.

Yo estaba muy motivado, acababa de empezar con la revista “El silencio es miedo” y el grupo estaba lleno de gente a la que le apetecía publicar en ella. Hice lo que siempre hago: como sentí que se implicaban en mi proyecto, yo también me impliqué en el suyo. Empecé a llevar a gente a los micros, a ayudar en la organización y, por supuesto, llegó el día en que me animé a participar, como uno más, en los micrófonos abiertos. Las personas que llevaban el grupo me fueron dando cada vez más confianza y yo creí que era porque valoraban mi aportación; tardé un año entero en darme cuenta de que solo era un tonto al que sacarle provecho.

Pero entonces empezaron a pasar cosas. Lo primero fue una actividad que se hizo en la biblioteca, como grupo, por la que se facturaron 300 euros. Resultó que la actividad, finalmente, no se llevó a cabo de forma completa, pero ya estaba cobrada, por lo que a modo de compensación una compañera se ofreció a dar en la biblioteca un taller de poesía, y me sugirió que lo diera con ella. Es lo mejor que me llevo de toda esta experiencia, esa compañera es ahora una de mis mejores amigas, y ese primer taller en el que ayudé, fue la semilla de la que hoy es una de mis actividades principales: los talleres de escritura creativa.

El caso es que saldamos la deuda del grupo con la biblioteca, para meses después enterarnos de que en el grupo no había ningún dinero, que esos 300 euros se habían cobrado a través de otra asociación en la que participaban solo 2 miembros del grupo, y había sido empleado en cosas que nada tenían que ver con nuestras actividades. Fue el primer gran chasco, pero la gente implicada pidió perdón, y pasamos página, aunque la confianza se resintió bastante.

Después llegaron los problemas de organización, de ideas. Los cabecillas y creadores del grupo empezaron a plantear los micrófonos abiertos como una actividad a la que invitar a otros poetas para presentar sus libros. Según la idea que mucha gente defiende, entre los que me incluyo, lo más importante a la hora de hacer un micrófono abierto es que no haya participantes de primera y de segunda, que todos tengan el mismo protagonismo y atención, por lo que algunos nos opusimos a ello; esto molestó mucho a quienes querían utilizar el grupo para traer a gente a recitar a un bar lleno, y ganarse así su favor. Tiramos abajo esa idea. Poco después, los mismos intentaron llevar a cabo una actividad denominada “Cabaret poético”, en unas condiciones que no especificaré porque no quiero exponer públicamente a nadie, pero que eran completamente inaceptables. Por último, encontraron la forma de congraciarse con alguien utilizando para ello el grupo, que fue invitar a otro grupo de otra ciudad en donde había gente con la que querían llevarse bien. El problema, en este caso, era que en ese grupo había un fotógrafo que, digamos, había tenido ciertos problemillas con una chica unos 30 años menor que él. Yo soy una persona muy protectora, sé que hoy tal vez esté mal visto, pero lo soy; además, soy un arrabalero. Si a eso le unes que a algunas de las poetas más jóvenes las había introducido yo en el grupo porque las había conocido en otros ámbitos de mi vida, como mis actividades de monitor de ocio y tiempo libre, pues el resultado es que dije, directamente, que si el tipo se presentaba en el micro con la cámara, se la partía en la cabeza. Algunos me afearon eso. Fue la última vez que colaboré con el grupo, la última vez que varios colaboramos con el grupo.

A día de hoy, el grupo ni siquiera existe; el micrófono se sigue haciendo, ahora completamente parasitado por ese grupo de otra ciudad que, de hecho, son los organizadores del micro. Esto podría ser, simplemente, mala suerte, una mala experiencia, de no ser porque lo he visto ya (desde fuera), con el paso de los años, en varios grupos de escritores. Lo que quiero decir con esto, es que tengáis mucho cuidado a la hora de meteros en ese tipo de grupos, porque es muy probable que haya gente que quiera utilizar el grupo para promocionarse personalmente, a cualquier precio, y a los que los miembros del grupo les importéis una mierda.

Por otro lado, esto no quiere decir que todo lo grupos sean malos; del mismo modo, llevo unos siete años perteneciendo a otro grupo de escritores en donde, si bien hemos tenido algunos problemas, el grupo ha sido capaz de sobrevivirlos. Mi recomendación es que, si vais a entrar a un grupo, sea un grupo, cuanto más pequeño, mejor. Y tocar el menor dinero posible, que algunas personas cambian por completo cuando se les abre la oportunidad de sacarle dinero a vuestras actividades.

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«Un minuto es tiempo suficiente para crear vida, y para destruirla; tiempo suficiente para amar y para odiar; lo único que no cabe en un minuto, son los años perdidos»

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